Gaceta de La Solana
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Reportaje
A
urelio
M
aroto
M
ari, Catherine y
Jiannine
nacie-
ron, crecieron y
se educaron en Francia. Son
francesas, pero sus apellidos
las delatan: Díaz-Cano del
Olmo. De modo que por sus
venas corre sangre española
y, por supuesto, solanera. Son
hijas de un matrimonio de
La Solana cuya historia tiene
algo de novelesco. Ignacio
Díaz-Cano Torrijos “Vasqui-
ña” y Antonia del Olmo Ara-
que “Gachas” se casaron el
¡18 de julio de 1936! Al día
siguiente, Ignacio fue lla-
mado a filas con el Ejército
Republicano. Antonia pasó
nueve años sin conocer su
paradero. En su entorno
lo dieron por muerto, pero
ella siempre mantuvo la es-
peranza de volver a saber de
él. La odisea de Agustín lo
llevó a la batalla del Ebro y
al exilio. Entró a Francia en
febrero de 1939 por La Jun-
quera. En el padecimiento
de esa huída llegó a conocer
personalmente a Antonio
Machado.
Malvivió en el campo de
refugiados de Argelès- Sur-
Mer, en Perpignan, dur-
miendo en huecos excavados
en la tierra y muerto de frío.
Hizo trabajos forzados en La
Camarge, cerca de Avignon,
amontonando piedras para
dificultar el aterrizaje de los
aviones nazis de la Luftwa-
ffe. Combatió con el ejército
francés en la Línea Maginot
antes de la invasión alemana,
la Gestapo llegó a detenerle
mientras intentaba escapar
a la Francia Libre de Vichy,
fue internado en el campo de
concentración de Belfort…
Una mañana hicieron dos
filas y un compañero de Ig-
nacio, que entendía alemán,
oyó decir a un oficial nazi
quién iba cada una, “la de
aquí a trabajar, la de aquí a la
cámara de gas”. Ignacio cam-
bió de fila justo a tiempo.
Luego escapó y se escondió
en la localidad de Arles, en
La Camarge. Una familia lo
protegió y alimentó varios
años, justo el tiempo que
duró la ocupación alemana.
Un buen día del año 1945,
Antonia recibió una ines-
perada carta mientras cosía
vestidos de novia en su taller
de modistillas ¡Tienes co-
rreo! –le dijeron-. Nerviosa,
abrió la carta. Era Ignacio,
estaba vivo y le reafirmaba
su amor. La modistilla saltó
de la silla y se fue a ver a su
tío Juan Antonio, ¡Quiero
irme a Francia! –exclamó-.
Tuvo que esperar tres años
más, pero en 1948 llegó el
momento de viajar. Antonia
había llegado casi a la aven-
tura tras buscar un “pasan-
te” que la ayudó a cruzar el
campo
clandestinamente
con su baúl de dote a cues-
tas. Busca a Ignacio mos-
trando a la gente la foto de
un medallón. Alguien dijo
haberlo visto y la orientó.
Era una tarde de mayo cuan-
do Ignacio charlaba anima-
damente con otros hombres,
completamente ignorante
de lo que estaba a punto de
suceder. Antonia le chistó y
volvió la cabeza. Allí esta-
ban de nuevo, juntos, once
años después. Nunca volvie-
ron a separarse.
Antonia regresó a La Solana
cada año, Ignacio no volvió a
pisar tierra española hasta el
año 1976, tras la muerte de
Franco. Tenía un miedo atroz
a ser detenido.
Sus tres hijas nacieron y
crecieron en Francia. Mari, la
mayor, vino al mundo el 7 de
mayo de 1949 ¡apenas un año
después de que sus padres se
reunieran de nuevo! El 22 de
diciembre de 1950 llegó Ca-
therine, y el uno de marzo de
La increíble historia de Ignacio y Antonia
Antonia del Olmo Araque.
Ignacio Díaz-Cano Torrijos.