Gaceta de La Solana
5
Opinión
CUÁNTO HA CAMBIADO SIN CAMBIAR NADA
L
a vendimia 2014
ha sido especial
para mí. Es la
primera que he
vivido como ju-
bilado. Y cuando pienso en
mis primeros pasos en la
viña, después de tantos años
como viticultor, veo cuánto
ha cambiado todo y a la vez
no ha cambiado nada.
Han cambiado las fechas.
Antes empezaba con San
Miguel, con el cambio de ga-
ñanes de las casas, y ahora
la cosecha ya ha termina-
do para esas fechas, o casi.
El transporte también ha
cambiado, desde aquellos
carros de varas, de lan-
za, o la galera, y los patios
de carros como los de mis
abuelos Paco y Alfonso, los
recipientes de esparto y ca-
pachos bolseros que tanto
trabajo daban al querido
barrio del Santo, y las es-
puertas de pleita que cuan-
do se podría la uva pesaban
tanto cargados que vacíos.
Ahora tenemos remolques
de quince mil kilos y camio-
nes de más de veinte mil.
En mis primeros años de
vendimia cantábamos, bai-
lábamos, contábamos chis-
tes, algunos a medias porque
“había ropa tendida”. Ahora
llegan las máquinas ven-
dimiadoras, que permiten
coger cien mil kilos a dos o
tres personas. Las variedades
eran airén, cencibel, garna-
cha, verdoncha… hoy son
muchísimas más. En una vi-
sita a Italia, al Valle de Rau-
sedo, nos hablaron de que se
podían extraer más de mil
quinientas variedades de un
vivero.
Tampoco quiero pasar por
alto el cambio del viticultor.
Antaño, veinte o veinticinco
mil cepas en bajo necesita-
ban un gañán y un jornalero.
Hoy, quien tiene esa canti-
dad las cultiva en fines de
semana mientras trabaja en
otro oficio.
Después de tantos cambios,
me pregunto si ha merecido
la pena. Es cierto que ha lle-
gado dinero de Bruselas para
ayudar a mantener el cam-
po, el medio ambiente en el
cambio de variedades, y de
paso, fijar la población rural
en nuestros pueblos. Pero,
me pregunto, ¿para qué le ha
servido al viticultor?
Hace años se hizo célebre
una frase para diferenciar la
uva de menos calidad: “es-
tas, a África”. Ya no se dice
esta frase, pero sí se pone el
precio para las uvas que, ven-
diendo el vino a granel, no se
pierda. Pocas bodegas pagan
por calidad, sólo conozco
dos. El resto ponen precio
sólo por blanco o tinto. Ante
esta situación, qué podemos
decir a nuestros políticos
para incentivar a los jóvenes
viticultores. Nos dijeron que
La Mancha era un océano de
mosto airén. Pues bien, los
que han cambiado de varie-
dad han salido mal parados
porque no compensa el pre-
cio con la diferencia de kilos
por hectárea.
¿Qué estudios hacen nues-
tros políticos para saber la
oferta y la demanda? ¿Cuán-
to de cada calidad? Siempre
he dicho, y sigo diciendo, que
La Mancha es tan amplia que
caben viñas para producir
uvas para mosto, zumos…
pero también hay viñas para
producir vinos excepcio-
nales. Quede claro muchos
de estas uvas están en em-
parrados, donde la calidad
con cierta cantidad es com-
patible. Lo que no se puede
pedir es un mirlo blanco al
precio de un jilguero. Siento
vergüenza ajena cuando veo
precios de botellas en gran-
des superficies por menos
de un euro y con DO. Esto
no favorece en absoluto a
nuestras denominaciones, y
menos a los viticultores aco-
gidos a ellas.
Quiero dirigirme a todos
los solaneros y manchegos
en general diciéndoles que
el consumo de vino con
moderación, no sólo no es
malo, sino que es beneficioso
para nuestro organismo. No
puedo permitir que el vino
sea tratado como cualquier
bebida alcohólica. Gracias a
otros se ha puesto en sitio;
no se entiende una comida
de la dieta mediterránea sin
su buen vaso de vino, y si es
manchego mejor.
Termino este escrito en GA-
CETA diciendo: ¡Cuánto he-
mos adelantado, y qué poco lo
hemos aprovechado!*
Alfonso Marín Salcedo
Sindicalista agrario y agri-
cultor jubilado