Background Image
Table of Contents Table of Contents
Previous Page  37 / 56 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 37 / 56 Next Page
Page Background

Gaceta de La Solana

25

Reportaje

Los alumnos pagan una cuotamensual

de 5 euros, que incluye agua, gastos de

monitora (María José), gastos de festi-

vales y algunos regalos que los niños re-

ciben de vez en cuando. Desde 2011 no

hay subvenciones oficiales. En este sen-

tido, Juanfran lamenta el escaso apoyo

oficial que tienen. Tan sólo una ayuda

anual de la Diputación Provincial. Eso

sí, el Ayuntamiento cede gratuitamente

el sótano para sede y ensayos.

Los monitores enseñan a los chiquillos

y también a adultos. “Hay mujeres con

más de sesenta años que quieren apren-

der a bailar”. Por norma, la primera pie-

za que aprende un novato es la Jota de

La Solana. “Es la más larga y una de las

más difíciles, pero tenemos esa costum-

bre” –reconoce Juanfran-. De hecho, la

jota que da nombre a nuestro pueblo

tiene 5 piezas distintas y con estribi-

llos diferentes. Los chavales empiezan

aprendiendo el paseíllo, el estribillo y

la primera pieza. Luego los cruces y el

fuera. En cualquier caso, la enseñanza

depende de las necesidades del momen-

to “o de las prisas que tengamos”. En el

repertorio, además de la Jota de La So-

lana, están las jotas del Golpe Atrás, de

la Romería y de la Rosa del Azafrán,

además de las Seguidillas. Por cierto, la

seguidilla manchega fue declarada bien

de interés cultural en 2014. Los mayores

también bailan las célebres Torrás del

Golpe Atrás o el Fandango.

Ir “a la jota”, algo extraño

Mientras hablamos, llegan por allí Na-

talia Naranjo y María Jesús Díaz-Cano.

Tienen 15 y 13 años y se hicieron ami-

gas en el grupo. “Lo más complicado es

el compás con la música” –nos dicen-.

Son las únicas de su edad que resisten.

“Las demás se han ido cansando”. En el

Instituto todavía se ve extraño “ir a la

jota”. Aún existe esa creencia de que bai-

lar folklore es algo anticuado, cosa de

viejos. Natalia y María Jesús tienen que

explicar a menudo que no es así. Si hay

escuelas de sevillanas, que de manchego

no tienen nada, por qué no puede haber

una escuela de bailes autóctonos.

Ellas son chicas, que aún tiene encaje

en la complicada mente del adolescente.

Pero un chico en “la jota” es como prac-

ticar el más difícil todavía. En la escuela

de folklore, 8 de cada 10 son chicas. Una

proporción que no ha sido, ni es, ajena

al grupo de adultos, aunque ahora pue-

den juntar 5 o 6 parejas mixtas sobre un

total de 7 en cada actuación. Sin embar-

go, no es una rareza. “En ningún sitio

de por aquí sobran hombres”. Nada que

ver con otras partes de España, donde

bailar la jota es algo más natural entre

la opinión pública “en el norte y en Cas-

tilla y León no tienen ese problema; in-

cluso hay grupos sólo de hombres”.

Es crucial tener parejas mixtas si uno

quiere tener futuro y, sobre todo, si

quiere actuar fuera. Este año tienen ci-

tas en Miguelturra, Argamasilla, Puer-

tollano o Moral de Calatrava. Incluso

les ha salido una actuación en Cáceres,

aunque probablemente no irán. En La

Solana tienen una actividad creciente.

El festival de la feria, el de la Virgen, el

de Navidad, o los mayos son fechas fijas

en el calendario. La escuela viaja ente-

ra allá donde van. Pequeños y mayores

se montan en el autobús, y a bailar. Los

padres, piezas básicas en este puzzle,

acompañan como una gran familia.

No es fácil mantener a la gente a par-

tir de cierta edad. Hay puntos críticos

en el camino como la adolescencia, el

matrimonio, los hijos o el trabajo. Son

obstáculos que algunos superan, pero

gran parte no. Y hay casos de gente que

regresa después de un paréntesis por al-

guna de estas razones.

Evolucionar con el pasado

Juanfran lleva en las venas “la jota”.

Está enamorado de nuestro folklore y

lleva 22 años trabajando y disfrutando

con él. Jamás ha cobrado un duro. Aun-

que admite que a veces se desanima, no

quiere que este tren se vuelva a perder.

Tiene dos objetivos. Uno, incluir el bai-

le folklórico en la Escuela de Música

y Danza. Hay método y maestros dis-

puestos a ejercer. Si hay danza clásica

reglada, o danza española, ¿dónde está

el problema para adecuar la enseñanza

del folklore más nuestro en la escuela

municipal?

El otro objetivo es evolucionar bu-

ceando en el pasado. Una paradoja

perfectamente natural cuando habla-

mos de baile tradicional. “Intentamos

meter instrumentos de siempre, como

el caldero”. Así se divertían antaño, bai-

lando al calor de una lumbre. Juanfran

bucea por Internet en busca de “nove-

dades”. Lleva un año escudriñando por

la Red. Al caldero, que cualquier puede

tocar, pero pocos saben tocarlo bien, se

podría unir la cuchara, o la sartén, o el

dedal… “antiguamente se tocaba con

todos los utensilios de una cocina”.

Lograr rescatar esos instrumentos re-

querirá tiempo y dedicación, amén de

paciencia para hacer comprender que

no se trata de antiguallas con un sesgo

friki. Ni mucho menos.

Savia nueva, la clave

del futuro

El futuro de la Escuela de Folklore de

La Solana no lo conoce nadie. Ya ha

cumplido diez años de vida estable, sin

interrupciones, lo que ayuda a pensar

en una consolidación. La estructura

parece sólida y gente como Juanfran,

María José o Toñi tienen todavía sufi-

cientemente fresca la sangre como para

pensar en una continuidad. Pero hace

falta savia nueva de forma constante.

Quienes prueban “la jota” suelen en-

contrar un inesperado elixir. Si ente-

rráramos ciertos prejuicios, todo sería

más fácil. A menudo admiramos cómo

cuidan lo suyo por ahí fuera, mien-

tras renegamos de hacer lo mismo con

lo más nuestro. Y pocas cosas tienen

más sabor manchego, y solanero, que

los bailes folklóricos de la Agrupación

“Rosa del Azafrán”, reconocida con el

título “Galán”, que otorga es revista, en

el año 1994.

Ya lo dijo Pedro Echevarría Bravo en

su Cancionero Musical Manchego, pu-

blicado en 1951:

“los cantos folklóricos

que canta el pueblo se pueden comparar

con las bellotas de roble que cayeron el

pasado otoño. El árbol será viejo y hun-

dirá sus raíces en el suelo, pero las bello-

tas aseguran la continuidad del cultivo”.*

Juanfran enseña a tocar las castañuelas.