Gaceta de la Solana Nº 243 - page 33

Gaceta de La Solana
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Cultura
Torreón y fachada de la Casa de la Encomienda.
C
on el presente artícu-
lo vamos a dar a co-
nocer una figura que
fue muy importante para La
Solana en el siglo XV, y de la
cual es muy poco lo que se
sabe.
Mosén Diego de Villegas
fue nombrado comendador
de Alhambra y La Solana
hacia 1440, en sustitución
de su suegro, Lope Álvarez
Osorio, al ser este trasladado
a la encomienda de Socobos
en Albacete. En el citado año
de 1440, Mosén Diego de Vi-
llegas no solo accedió al car-
go de comendador, sino que
también recibió el hábito de
Santiago de manos del Maes-
tre, el infante don Enrique.
Además de comendador,
también pertenecía al Con-
sejo de la Orden, lo que nos
indica que tenía las nocio-
nes jurídicas necesarias para
pertenecer a él, y obtuvo el
cargo de Trece, cuyas funcio-
nes eran asesorar, elegir e in-
cluso deponer Maestre, si lo
consideraban oportuno.
Cuando Mosén Diego de
Villegas se hizo cargo de la
encomienda se encontró con
que Alhambra, que era la ca-
becera, tenía el castillo me-
dio derruido y su población
no pasaba de los cuarenta
vecinos, habiendo sido mer-
mada por la peste. Al oeste
se encontraba la aldea de La
Solana, en clara expansión
demográfica y económica,
cuya población rondaba los
ochenta o noventa vecinos
en las primeras décadas del
siglo XV, llegando en 1468
a los doscientos. Sus tierras
eran llanas y fértiles y conta-
ba con una importante caba-
ña ganadera. Estos factores
harán que el comendador
mire hacia esta población
y decida instalarse en ella.
Pero necesitaba dotarla de
las infraestructuras necesa-
MOSÉN DIEGO DE VILLEGAS:
UN COMENDADOR SANTIAGUISTA
rias que hicieran viable su
establecimiento en ella, ya
que la Orden de Santiago
sólo poseía una casa peque-
ña. Por ello, comprará unos
solares a varios vecinos y se
construirá su residencia, que
hacía las veces de casa de la
encomienda, aunque era de
su propiedad.
Para dotar a la población
de una defensa adecuada
-no debemos olvidar que
en aquellos momentos se li-
braban varias batallas entre
distintos nobles, incluso gue-
rras civiles- Mosén decidió
apropiarse de una torre que
“solía ser de la iglesia”, y la
fortificó, levantando varios
pisos sobre los existentes,
y a su alrededor construyó
un cortijo defensivo con un
muro de unas tres tapias de
alto. En su interior había una
cocina con su chimenea, una
despensa, dos establos en los
que cabían cuatro bestias, un
aposento y dos jaraíces. Res-
pecto al armamento, había
cuatro ballestas de acero, seis
de palo, siete espingardas y
un trueno quebrado, junto
a pólvora suelta, una arroba
de pelotas y dos docenas de
pasadores.
La encomienda hacia 1468
obtenía unos ingresos de
ciento cincuenta mil mara-
vedíes, procediendo la parte
más importante de La Sola-
na, del arrendamiento del
horno de poya y de los mo-
linos de agua, así como del
diezmo, el portazguillo y la
martiniega, entre otros im-
puestos.
Mosén Diego de Villegas
supo mantener su encomien-
da desde 1440 hasta 1477,
año en el que fue sustituido
por su hijo, aunque siguió
viviendo en su casa enco-
mienda de La Solana hasta
su muerte, acaecida en 1482.
En dicho año su hijo será
nombrado comendador de
Villoria, en Cuenca.
Ya hacia el final de su vida
Mosén Diego de Villegas
decidió ser enterrado en La
Solana, villa en la que ha-
bía residido gran parte de
su existencia. Eligió para tal
menester la ermita de San
Sebastián. En ella reposan
sus restos junto a los de su
esposa, Aldana Osorio, ya
que esta fue su voluntad.
A grandes rasgos hemos
conocido algo de este per-
sonaje que, pienso, fue muy
importante para la localidad.
La Solana dejó de ser lugar
(aldea) para convertirse en
villa mientras fue comen-
dador, pues si en 1468 en la
documentación La Solana
aparece como lugar, en 1477
ya aparece como villa. Toda
la zona que encontramos al
poniente tras los pies de la
iglesia la remodeló él crean-
do y abriendo nuevos espa-
cios. La localidad vivió una
época de esplendor con un
gran crecimiento demográfi-
co y económico. Parte de las
riquezas de este hombre se
quedaron en la villa, pues las
invirtió en ella.
Una persona muy impor-
tante que vivió y murió aquí,
de la que no se sabe casi
nada, pues mucha gente ig-
nora incluso que está ente-
rrado en la ermita de San Se-
bastián. ¿No merecería algún
reconocimiento?
C
oncepción
M
oya
G
arcía
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