GACETA DE LA SOLANA 309

Gaceta de La Solana 88 Caminar y contar De los días de futbolines y billares E staban a tiro de piedra el uno del otro. En la calle de la Carrera, frente a la casa de don Francis- co Jarava y al lado de una gran tien- da de ultramarinos, dos mujeres y un hombre, los hermanos Vera, que todos recordamos con cariño y nostalgia, se hallaban en el salón de don Francisco Galiano y su hijo Paco, dos mejor dicho, y amplios, uno de mesas de billar y el otro con varios futbolines y hasta con su barra de bar. Venía bien una copita de coñac o mistela en las crudas tardes de aquellos inviernos de los 60 y 70. Ba- jando la calle Francisco Javier Bustillo, con parada a menudo en el cuarto de una señora llamada Catalina que ven- día pipas, caramelos y otros dulces, y nos regalaba un poco de conversación; unos metros más allá, estaba el otro templo de nuestros momentos de ocio, sábados, domingos y hasta días de llu- via, tantos, que te llevaban al cine o al futbolín, o a los dos si daba tiempo. Y allí encontrábamos a don Regino de Lara y Briones, un respeto grande, señor cultísimo hablando y escribien- do versos para publicaciones locales o de fuera. Sentimos de veras no haber hecho una gran crónica con él y se lo comentamos a su hija Dolores (¡Cuán- to la echamos de menos todos!) a quien sí le hicimos una entrevista para Alcalá de Henares y ha quedado en un libro. Nos contaba ella sus visitas a Madrid, ya mayor, a pasar un tiempo con ellos y de paso recorrer museos, teatros y, sobre todo, librerías antiguas donde se le paraba el reloj… Y conversaba con los libreros, y los que había por allí, y raro era el día que no llegaba a casa con un buen puñado de buena literatura. El señor de Lara tenía el Quijote siempre cerca y se aprendía párrafos completos. ¡Ah!, otras veces se “perdía” en el ca- sino madrileño para no olvidarse del billar. Natural. Verlo hacer carambolas, en ratos de pocos parroquianos, era asistir a una exhibición de lo más asombrosa. De campeonato. Nos dejaba boquiabiertos y los menos habilidosos le hacían pre- guntas, querían saber, no perdían de- talle de cómo cogía el taco, por arriba, por la espalda… El ambiente era, amén de animadísimo, muy especial, todos endomingados, pesetillas de sobra en el bolsillo, unos cigarrillos, un cenicero en la mesa de billar…Ni molestaba el ruido de las bolas, quizá más la del futbolín que muchas veces salían disparadas hacia la puerta o casi a la cabeza de un especta- dor. ¡Qué partidos! Una peseta, seis bo- las. En días de estudiantes las partidas eran… interminables, alguien ponía un libro, dos, en las porterías, no había mu- chas pesetas si no era domingo. María Dolores, nieta de don Regi- no, nos hablaba también de su trabajo en la droguería que regentó en la calle Santa Ana la Vieja, más allá de “nues- tra” calle Ancha. Fuimos alguna vez de chicos. La bicicleta en la puerta, como en tantos oficios, para lo que surgie- ra; recoger un paquete en el Despacho Central, otro pedazo de historia en La Solana, recados diversos, o ir de pronto a casa, y rápido, a algún asunto familiar. Recordamos estar jugando en el barrio y ver bicicletas por todas partes, y no de paseo o “voladoras” como ahora. Nos da pena que no haya quedado un futbolín, ni billares. En Alcalá vimos un par de ellos al llegar y echamos, con la memoria en nuestro pueblo siempre, unas partidas con algún amigo o pai- sano que nunca faltaban a esos lugares que nos vieron crecer, dialogar, alternar, vivir. Y conocer a señores buenos, pa- cientes, generosos, como don Francisco y don Regino. ¡Gracias! Luis Miguel García de Mora Regino de Lara, un hombre polifacético.

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