GACETA DE LA SOLANA 309
Gaceta de La Solana 62 Colaboraciones que desarrolla Caritas, en concreto en la Diócesis de Nyundo. Visitamos un centro de salud y un hospital que también ges- tiona la Iglesia, percibiendo las dificultades que tienen las personas pobres -y las co- munidades más alejadas que viven en lo alto de las montañas en particular- para beneficiarse de estos recursos. Las reali- dades que hemos conocido hablan de las grandes desigualdades y diferencias que hay entre unos países y otros, de gentes con muchas capacidades e inquietudes, pero sin recursos para desarrollarlas, de grandes deseos por salir adelante y pro- gresar, unidos a la falta de oportunidades que tienen. Es destacable la gran facilidad que tienen los ruandeses para la música, el canto y el ritmo. Los coros llenan de vida cada Eucaristía, y con elegancia y alegría la llenan de solemnidad, cautivándonos con sus canciones y sus bailes. Cierta- mente, ir a misa ha sido un deleite y otro de los regalos que Dios nos ha hecho a lo largo del viaje. Tras Kibuye, subimos hacia el norte del país, a la ciudad de Gisenyi. En esta zona, además de visitar varias parroquias en las que estuvo don Feliciano, continua- mos conociendo el trabajo de Caritas de la mano de uno de sus directores diocesanos de Cáritas, Jean Paul. Visitamos programas para atajar la desnutrición de los niños des- de una intervención integral, y con sus ma- dres en diferentes comunidades. También visitamos un programa textil de promoción de mujeres jóvenes, donde confeccionan bolsos, mochilas, vestidos y hasta zapatos, aprovechando cada elemento de una vieja rueda de coche. Es admirable la capacidad de reinventarse de estas personas. Una visita importante fue la que le hici- mos a D. Anaclet Mwumvaneza, Obispo de Nyundo y obispo de don Feliciano en Ruan- da. Con él hablamos sobre las diferencias sociales y eclesiales entre Europa y Áfri- ca, llegando a la conclusión de que todos formamos parte del mismo mundo y de la misma Iglesia Universal, y que por ello debemos vivir fuertemente la fraternidad. En abundantes ocasiones, cuando pen- samos en África, se nos vienen a la cabeza paisajes desérticos y desoladores, estériles y sin vida. Sin embargo, a lo largo del viaje Con un grupo de viudas de Birambo. Con un grupo de viudas de Kibirizi.
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