GACETA DE LA SOLANA 307
Gaceta de La Solana 46 Caminar y contar T odos tenemos esa vieja entrañable y familiar estampa muy dentro, y la recordaremos siempre. Fue, sin duda, parte de nuestra vida, de nuestra casa. Y, por suerte, está ahí todavía, aunque ya el decorado sea otro. Nacimos con ella. Estábamos todos en casa y la mayor parte del tiem- po transcurría en el comedor, o en la cocina. Y allí, en lugar destacado, en alto junto a una pared, o en una mesita fuerte con libros, estaba ella, la radio, una más de la familia, un ma- ravilloso aparato, un gran invento, casi milagroso, que todos mirábamos asombrados, casi sin pestañear, atentísimos. Era, la verdad, un acontecimiento, momentos de felicidad plena; uno se iba, otros volvían, quizá llovía y no salía nadie, o toca- ba cine, qué suerte. Para haberlo grabado. La familia alrede- dor de la radio. En ocasiones, como ahora con la televisión, si nos cogía en otros menesteres, como salir al patio, al corral, a la puerta porque llamaban (entonces se llamaba mucho a las puertas) se quedaba sola, las sillas vacías, y Ama Rosa con su amor, o cantando Antonio Molina o Concha Piquer. ÉL con su voz que era una mina y ella con aquellos Suspiros de España. Daba igual, estaba todo el día encendida, y que no se fuera la luz, que se iba y volvía al día siguiente. Desde luego que una buena tertulia se podría —se puede— hacer sobre aquellos tiempos en que la radio invadió hogares, comercios (donde se vendían, y tantos que las tenían junto a las telas o una caja de galletas), carpinterías, sastrerías, pas- tores, fraguas… ¡Casi nada al aparato! Era facilita esa frase. Y más de una han hecho, sin prisas, juntando a profesionales de antes cuyas voces ya nos aprendimos desde la primera vez con locutores (aquí, entra la mujer, por supuesto) de ahora a los que, igualmente, conocemos ya de sobra. ¡Cuántas histo- rias de unos y otros ante el micrófono! Y palabras de amor, de ánimo, de calor, de amistad, de vida, las que nos llegaron, y llegan, en noches solitarias, frías, tristes. Se acostaba uno, la familia, escuchando—mirándola siempre—noticias, música, lo que saliera, como si “saltaba” una emisora de París, o me- nos lejana, pongamos de Andorra, por ejemplo. Y las caras de la casa entre la sorpresa, la sonrisa, y mañana más. Les contaremos algo que vimos, mejor dicho, escuchamos, en la nuestra. Una emisora de Valdepeñas, Radio Juventud, de la que aún hay por ahí alguna tarjetita de Navidad o así, nos sorprendía muchos atardeceres, tras las noticias, leyendo crónicas de algunos de los diarios en los que escribía nuestro padre. ¡Qué gran detalle! Él, con su máquina, como siempre, lo agradecía en el alma. Otras veces, alguna emisora de Ma- drid, o programas sobre el campo o la caza, daba cuenta de tal cual noticia acaecida en La Mancha, mencionando el lu- gar, con motivo de la vendimia, lagunas de Ruidera, minas de Puertollano o recogida del azafrán en La Solana o Membrilla. El hombre seguía escribiendo y porque no se atrevía a llevarse la Olivetti a la cama… En fin, cosas para recordar y sonreír. Y contar. Cada uno de los lectores tendrá sus buenos recuerdos junto a la ra- dio. Aquellos largos veranos de lectura, buena siesta, calor “brutal”, como dicen ahora para… cualquier cosilla buena o mala, la inseparable Philips, u otra marca de entonces, sona- ba más alegre… y hasta la sacábamos al fresco, junto al bo- tijo, pozo o higuera, quien tuviera una, en su hermoso patio. Recordamos escenas de mujeres cosiendo en la calle con su canasto de ropa y su pequeña radio, ya con pilas, se mejoró el invento, escuchando novelas interminables, se vivían con emoción, o aquellas inolvidables “peticiones del oyente”, que hasta alguien de La Solana salía… O solanero ausente. Lágri- mas en la tarde. Dio mucho de sí la radio nuestra de cada día. Los domin- gos, por el fútbol, me abandonas, decía una canción. Novios paseando, y él con el transistor en la otra mano; en el estadio, gol de La Solana, y otro cantando uno del Real Madrid; el hombre del puesto de cine, programas dobles y mucha ra- dio en su oficio. Nuestro recuerdo a ellos también. Y nuestra felicitación grande a Radio Horizonte por los años que lleva acompañándonos. Luis Miguel García de Mora La radio en el comedor Pocas estampas más típicas que esta, una radio de antaño bajo una imagen religiosa.
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