GACETA DE LA SOLANA NÚMERO 304

Gaceta de La Solana 51 Colaboraciones el Valle de Santa Elena y que se cita textualmente: “Hay otro voto de guardar el día de la Cruz a tres de mayo va en proce- sión el pueblo a una ermita de Santa Elena, dos leguas de la dicha villa, dicen que se votó porque Dios librase al pueblo de una pestilencia en tiempo que la había”. La romería se rea- lizaba junto a los frondosos árboles y los arroyos del valle, y consistía en pasar un día de jolgorio en los alrededores de la ermita. Tras una misa de campaña, se realizaba una proce- sión con la primitiva imagen de Santa Elena que, al parecer, era muy pesaba y hacían falta muchas manos para mover sus andas. Los años pasaron y la “aparición” de un Cristo crucificado cambiaron el rumbo del conocido Valle de Santa Elena. Una noche de tormenta, un peregrino anónimo dejó pintado en una pared de la venta una imagen de Cristo sufriente en la cruz. Aunque en un primer momento la imagen quedó oculta tras el yeso, años más tarde la pintura fue descubierta de nue- vo en 1640 y comenzó a recibir fieles devotos de todos partes. El Valle de Santa Elena pasó a ser uno de los lugares de culto más frecuentados del centro peninsular. La pintura del Cristo, conocida como el “Santo Cristo del Valle”, concedió dos primeros milagros, los cuales le dieron una gran fama durante la primera mitad del siglo XVII. Uno de ellos lo recibió el alcazareño Agustín Romero y el otro el valdepeñero Miguel de Castellanos. La fama del Cristo hizo que las romerías pasaran a realizarse en torno al 14 de sep- tiembre. El pueblo de La Solana fue olvidando la romería del 3 de mayo para comenzar a visitar al Cristo durante el mes de la vendimia que anuncia los últimos lances del verano. Fueron muchos los devotos solaneros que llegaron con innumerables donativos hasta el Cristo, también los hubo que dejaron ofrendas de lana, cera, azafrán o aceite. Con los cuantiosos bienes que recibió el Cristo se realizaron dos san- tuarios. El primero entre 1675 y 1700 y más tarde, sobre los cimientos del anterior y entre 1713 y 1729, se dio origen al actual santuario de cruz griega y torres octogonales que se puede contemplar en la actualidad y que, desde el valle, sa- luda a la esplendorosa torre de la iglesia de Santa Catalina. El siglo XVIII estuvo marcado por la construcción del san- tuario y la plaza del Cristo del Valle, así como por la eman- cipación del lugar con respecto a la villa de Membrilla. En la segunda mitad de dicho siglo, los pobladores del Cristo comenzaron a quejarse ante la falta de servicios que tenían donde residían. La falta de asistencia religiosa y los pocos reales de vellón destinados desde Membrilla para que los po- bladores del Cristo pudiesen vivir bien, puso en el terreno de juego al regidor de La Solana, don Gabriel García Prieto, el cual escuchó y auxilió a los vecinos del valle. En 1781, el regidor solanero solicitó un proyecto de villa para el Cristo del Valle que entregó en la corte de Carlos III. Las autoridades de Membrilla se mostraron reticentes a las pretensiones de los habitantes del Cristo y del solanero Ga- briel, por este motivo nombraron a Pedro García de Mora como defensor para que respondiese por ellos ante las nume- rosas cartas que García Prieto enviaba a los ministros ilustra- dos en defensa de los vecinos del Cristo. Después de muchos años en los que las cartas entre Gabriel y las autoridades de Membrilla fueron continuas, el rey Car- los III redactó en 1787 una resolución en la que proponía que, aunque el Cristo no estaba preparado por el momento para ser una villa más del Reino, sí que veía conveniente ele- var a parroquia el santuario, renombrar el lugar con el nombre de “San Carlos” y construir edificios que permitiesen, en un futuro, albergar el Ayuntamien- to, la cárcel, el pósito pío y la escuela de una futura villa. Al final, los vecinos del Cristo realizaron todo lo ordenado por el Rey en poco más de una déca- da, y consiguieron la emancipación con respecto a la villa de Membrilla el 15 de diciembre de 1800. San Carlos del Valle comenzó a ca- minar como villa autónoma del Campo de Montiel, gracias, en parte, al esfuer- zo que diferentes personalidades so- laneras pusieron en el proceso. Desde ese momento las relaciones entre am- bos pueblos han sido muy estrechas, no solo porque numerosos solaneros a lo largo del tiempo han vivido en San Carlos y viceversa, sino porque la in- terdependencia económica y social que emprendieron y de la se beneficiaron nuestros ancestros ha continuado en el tiempo y sigue latente en la actualidad. Se puede decir alto y claro que San Carlos del Valle tiene como madre a la villa de Membrilla y como hermana mayor a la villa de La Solana. Entre estas tres villas siempre existirán costumbres, usos, vo- cabulario, tradiciones, fiestas y similares maneras de vivir la vida y trabajar el campo, pues los habitantes de estas tres vi- llas comparten desde hace muchas décadas la misma sangre. Público durante la reciente charla sobre la vinculación entre La Solana y Santa Elena.

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