GACETA DE LA SOLANA NÚMERO 304

Gaceta de La Solana 26 Cultura La zarzuela, patrimonio cultural inmaterial R egino J esús V elacoracho B riones E l pasado 30 de enero, el Consejo de Ministros aprobaba la de- claración de la zarzuela como manifestación representativa del Patrimonio Cultural inmaterial. Aunque es la UNESCO quien tiene la última palabra para que nuestro género lírico se convierta en Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, los cimientos ya están puestos, y es harto probable que así sea. Si disciplinas tan dispares como puede ser el flamenco, la trashumancia, la dieta mediterránea o los patios cordobeses ya lo han logrado, ¿por qué no la zarzuela? La zarzuela nace en el siglo XVII y que ha ido evolucionando como lo ha hecho la sociedad. En sus orígenes, las obras se creaban para ser interpretadas en palacio, concretamente en el de la Zarzuela (de ahí el nombre que adoptó) para disfrute exclusivo de la nobleza. Los personajes de las obras eran dioses y héroes mitológicos. No podían ser otros para personas de tan ‘alta alcurnia’. Pero en el último tercio del siglo XVIII la cosa cambia. A las zar- zuelas se incorporaban nuevos públicos y empiezan a aparecer personajes populares que la gente reconocía como sacados de entre sus vecinos. Y la música recogía y recreaba ritmos, canciones y bailes populares. Las obras tenían sobre todo una voluntad cómica y una cier- ta intención crítica. Es a mediados del siglo XIX cuan- do nace la zarzuela moderna y surge como un deseo de consolidación de una música española propia y ca- racterística, al margen de las más evidentes tendencias del momento. Su máximo valedor fue, sin duda ninguna, Barbieri. Conviven zarzuelas con gente del pueblo como protago- nista, con otras obras que recreaban momentos de la historia de España, pero en todo caso con una música eminentemente popular y que huye de las vanguardias musicales. Ya a comienzos del siglo XX, y fa- vorecido por el espíritu empresarial, surge el llamado ‘teatro por horas’, de precio asequible que atraía a las salas a quienes no podían permitirse las costosas representa- ciones de ópera y gran zarzuela. Se componía de una programación de cuatro obras distintas que se representaban a diferentes horas, con una breve duración y que recreaban estampas populares con tratamiento muy divertido. Es en Madrid, sobre todo, donde se plas- ma este género, que convive con este denominado “género chico” (llamado así no por la calidad, que la tiene y mucha, sino por la du- ración de las obras) y la gran zarzuela, obras de una mayor duración y que recogen todo el espectro social donde transcurren, desde las grandes ciudades hasta las llamadas “zarzuelas de alpargata”, de entorno rural, y en las que los espectadores supieron encontrar la llamada de la tierra. A estas pertenece nuestra querida ‘Rosa del Azafrán’, pero no hay región que no tenga la suya propia La zarzuela, pues, forma parte del substrato cultural de España. Todo el mundo es capaz de identificar una frase de una zarzuela, y cualquier persona es capaz de identificar un tipo como un perso- naje de zarzuela o sabe distinguir un determinado humor o habla popular como de zarzuela (guste o no). Pero al igual que “los toros”, ahí queda, formando parte de un acervo del que resulta difícil des- prenderse. No quiero dejar de mencionar el gran arraigo que la zarzuela ha tenido en Hispanoamérica, donde llegó para quedarse, y que incluso en algunos países la pasión que se tiene por el género supera a la del país que la creó. En alguna ocasión, viajando por el mundo, he escuchado a personas de allá cantar fragmentos de zarzuela en una calle, o incluso en un autobús compartido, visi- tando la muralla china. La zarzuela le debe mucho a La Solana, por el gran trabajo que llevan haciendo desde hace 40 años un grupo de hombres y muje- res amantes del género, que han contribuido a difundirla, al menos en nuestra región. Pero también La Solana le debe mucho a la zar- zuela, porque gracias a ella hay muchísima gente en España que conoce nuestro pueblo y que se ha acercado hasta aquí a presen- ciar alguna representación. Por todo lo dicho, y por muchas más cosas, es de justicia que la UNESCO ratifique lo aprobado por nuestro Gobierno. Sin duda, así será, ojalá más pronto que tarde y que todos lo veamos. La zarzuela representa como nada las tradiciones y folclore en todas las rosas del azafrán

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