GACETA DE LA SOLANA NÚMERO 302

Gaceta de La Solana 31 Reportaje empecé a estudiar castellano intensivo; tenía solo un mes antes de empezar en la universidad”. “Al principio no enten- día nada y me preguntaba qué hago yo aquí, aunque nunca tiré la toalla”. Serán cuatro años en la Facultad y de apoyo pastoral en una parroquia. El siguiente paso era aceptar otro destino o volver a Ruanda. Felicien nos pide no revelar qué prefería: “Somos mi- sioneros y tenemos voto de obediencia”, aunque añade con sorna que “siempre hay que negociar un poquito”. O sea, es fácil deducir que no le disgustaba se- guir en España. Entonces lo destinan a Mestanza, un pequeño pueblecito de Ciudad Real, cercano a Puertollano. Allí, al frente de la parroquia de San Pantaleón, conoció más la realidad de la España rural. A esas alturas ya dominaba el idioma y no tenía problema en la iglesia. “Las misas son iguales en todos los países”, subraya, aunque no era fácil compaginar su ministerio en cinco pueblos a la vez, a cuál más pequeño: Mestanza, Hinojosas, Cabezarrubias del Puerto, Solana del Pino y El Hoyo. “Daba misa dos o tres días a la semana y a veces no había casi nadie en la iglesia”. Solo estuvo un año, porque en el verano de 2022 le anunciaron su nuevo traslado. Destino: La Solana. Cuestión de confianza Felicien llegó en las fiestas de la Vir- gen de Peñarroya y su color de piel no pasó desapercibido. “Por aquí no abun- El cura del “Ea, galán” Felicien vuelve a Ruanda cuando pue- de, como hizo en agosto. Ahora es una tierra en paz, al contrario que en paí- ses vecinos, donde la guerra acecha. Sus padres fallecieron, pero allí viven sus hermanos, con los que mantiene el vínculo. Karongi sigue siendo el lugar donde comenzó todo, donde crecieron sus sueños, donde aprendió la dureza del trabajo desde niño y donde vivió la realidad de una guerra. Nadie puede darle lecciones de nada. En esa aldea remota sigue siendo Messi, el delante- ro goleador que destacaba en el equipo de la diócesis. “Messi está en España”, responden a quien pregunta por él. Ahora disfruta de una nueva experien- cia en un pueblo que lo ha acogido con los brazos abiertos. Y mientas ya utiliza su expresión favorita, “ea, galán”, sigue soñando con un mundo mejor, de mo- mento en La Solana. “Me gustaría que- darme muchos años, pero...”. dan los curas negros”, nos dice en tono jocoso. Pero se adaptó pronto y nunca se sintió fuera de sitio. “Me había dicho el obispo que La Solana era un pueblo grande, con gente buena, que ayuda en la parroquia y me encontré eso mismo”. No le gusta hablar de racismo y de si en España ha vivido algún tipo de discri- minación, aunque sí reconoce que ha sentido esa sensación de forma espo- rádica. “Lo notaba en la actitud y en el modo de hablar”. En La Solana, sin em- bargo, no ha percibido ninguna sensa- ción similar. “Aquí he recibido cariño y me siento en familia”. “Al principio no- taba algo de distancia, pero poco a poco la gente se va abriendo a ti; es cuestión de confianza”. No es quien para decir cuánto tiem- po estará en La Solana y sabe que una En sus tiempos de futbolista en Karongi. llamada lo puede trasladar quién sabe dónde. Sin embargo, confiesa que aho- ra mismo no quiere moverse. “Estoy de maravilla, la gente me trata muy bien y me llevo bien con mis compañeros”. No es raro verle pasear a lomos de su bicicleta por el camino de San Isidro o por la sierra del Cristo. El deporte es uno de sus hobbies, igual que la músi- ca. “En el coche suelo poner Cadena Dial”. Y, por supuesto, no rechaza una caña en la plaza y disfrutar de buena compañía. “Lo que me gusta es estar con la gente”, concluye. Felicien, junto al pórtico del Convento.

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