GACETA DE LA SOLANA 301

Gaceta de La Solana 41 Nuestra historia intendente de milicias, en el que se infor- maba de que le tocaban 20 soldados “para servir a su majestad en Cataluña” . Para enviarlos se debía disponer de un carro y cuatro guardas, a cuyo frente nombró el ayuntamiento a Francisco Ruiz López, cuyo objetivo principal era evitar una po- sible huida de los reclutados. En junio de ese mismo año, el gober- nador del partido indicó que por cada recluta que le había correspondido, se debían pagar 36 ducados de plata. Ese mes se enviaron a Villanueva de los In- fantes 7 soldados que se sumaron a los anteriores, siendo acompañados por un cabo y cuatro mulas. El 4 de agosto, vol- vieron a solicitarse otros dos hombres debidamente pertrechados, teniendo que trasladarse a Alcaraz, lugar desde el que partirían hasta Molina de Aragón, punto elegido para su concentración, y el 5 de septiembre, se pidió desde Vi- llanueva de los Infantes, que se remitie- ran otros 18 soldados, acompañados de “las personas y el dinero necesario para la conducción hasta Molina de Aragón” . El ayuntamiento debía hacerse cargo de que fuesen perfectamente avituallados, con caballos, armas y vestimenta, encar- gándose el alcalde Alonso de Castro de ello. Días después se informó que los re- clutas debían ser entregados en Tortosa. Hasta ese momento, un total de 74 vecinos habían sido enviados a la gue- rra, lo que suponía una auténtica lacra para la localidad. Por norma general, eran personas jóvenes y sin experiencia militar, condenadas a un futuro incier- to, en una guerra lejana para la que no estaban preparados. Era normal que intentaran eludir esa responsabilidad, desertando en la primera oportunidad que encontraban. Sin embargo, esa de- cisión no estaba exenta de peligro. Los desertores eran perseguidos y dura- mente castigados. Un ejemplo de ello, lo encontramos en la sentencia dictada contra dos vecinos de La Solana, Fer- nando Martínez y Miguel Hernando, en octubre de 1642, en la que se les conde- nó por la fuga y deserción de su bande- ra, a servir seis años en galeras sin suel- do. Un duro castigo, pues en las galeras el trabajo era inhumano y la esperanza de vida baja. Además, debían sufrir una última acción vergonzante: la lectura de la sentencia públicamente, en la villa de donde eran naturales 4 . En 1643, los soldados fueron pe- didos de una sola vez, en lugar de a lo largo de varios meses, como el año an- terior. El 18 de mayo de 1643, el super- intendente de milicias, Pedro de Cabeza de la Peña, informó que a la villa de La Solana le habían correspondido ese año, un total de 44 soldados para la milicia. Al estar en esos momentos iniciándose una ofensiva para recuperar Lérida y Monzón, llegó una orden de Antonio de Miranda, en la que se indicaba que la contribución para el ejército de Cata- luña se debía cumplir con la mayor ce- leridad posible. Para ello se facilitaron 800 reales al alcalde Alonso de Castro, de los propios del concejo. Plano de la villa de Tortosa, donde fueron enviados los soldados de La Solana. 4. AMLS, caja 1, libro de acuerdos del ayuntamiento de La Solana (1640-1650), 10, 18 y 25 de abril, 15 y 22 de junio, 4 de agosto, 5 y 16 de septiembre, 26 de octubre de 1642.

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