GACETA DE LA SOLANA 300 MAYO-JUNIO 2023

Gaceta de La Solana 80 Especial 300 Gacetas S antiago R omero de Á vila (Hijo Predilecto de La Solana) “La Gaceta, la Gaceta” “Gaceta de La Solana” P untualmente, como siempre, ha lle- gado La Gaceta. Yo, que vivo en la segunda planta del edificio, le tengo dicho al cartero, que es amigo mío desde hace muchos años, que no la introduzca en el buzón del correo, pues es muy pe- queño y tiene que doblarla, con lo cual se daña la portada y la contraportada. Mi amigo el cartero me llama al telefonillo y me avisa de la llegada; yo bajo diligente al portal y me la entrega en mano tan nueva y tan lustrosa. “300 manojos de ilusión” Cuando subo a casa, Pili, mi mujer, que está esperando a la entrada del piso, se hace cargo de ella, es la primera que se pone a leerla. Coge las gafas de cerca, toma asiento en su sillón y empieza la deleitosa lectura. Yo, que tengo al lado el chiscón donde enhebro los versos de mis poemas, recibo los comentarios de Pili, a medida que va avanzando en la lectura … Mira Santi, qué reportaje de Paulino so- bre el desaparecido cine del parque que estaba instalado en la bodega de los “se- bastianillos”… Yo hago una pausa en los versos para decir que está muy bien. A los diez minutos, cuando llega a otro artícu- lo que publica Aurelio sobre los baños de “mamadeo”, la famosa piscina de Frasco, aquel recordado “refrescadero de San Isi- dro” me dice mira Santi, qué bonito este reportaje de aquella época de nuestra niñez, y yo sigo diciéndole que está muy bien. A los quince minutos vuelve a inte- rrumpir mi escritura y me dice mira Santi, sobre los libros que nos regaló Paulino sobre el tema del Agua en La Solana, Ga- briel Jaime le dedica un estupendo repor- taje, qué magníficos escritores componen el equipo de La Gaceta. 300 brazados de nostalgia Cuando Pili avanza en su lectura y llega a las fotos de antaño me dice, mira, mira, qué curiosidad, en la misma página apa- recemos los dos, tú en la parte de abajo revestido con la sotana y el roquete de 300 abrazos de esperanza monaguillo, junto a Gabriel el campane- ro y otros dos chavales sentados en un banco de la sacristía, y yo, en la parte de arriba junto a otras cincuenta chicas en el patio de carros del antiguo Colegio de San Luis Gonzaga de la calle Comenda- dor, luciendo la cinta y la medalla de las Hijas de María. 300 gavillas de tristeza Pero cuando llega a las notas necroló- gicas, a las páginas donde se da cuenta de las personas fallecidas, de golpe le sur- ge una honda exclamación ¡vaya!, ¡vaya”, “vaya”, Santi, ¿quién dirás que se ha muerto? fulanita de tal, aquella compañera mía del viejo colegio de la calle Alhambra, con la cual compartía mesa y cada vez que coincidíamos repasábamos con alborozo aquellos momentos de infancia y de ado- lescencia. Pero, es que, Santi, tenemos que ir acostumbrándonos a comprender que cuando se llega a la línea de los setenta, es muy probable que un día u otro nos toque enfilar el camino del cipresal. Pili, mi mujer, ya ha terminado de leer La Gaceta, pero yo no he podido terminar mi poema. Esta tarde, cuando me levante de la imperdonable siesta, tomaré asiento en mi sillón frailesco y remataré la lectura completa y definitiva de La Gaceta. 300 balcones de alegría Así, sencillamente, sin alardes ni jactan- cias, esta humilde y sincera publicación ha alcanzado su número 300, cosa muy difícil de conseguir, pero es que ahí está un grupo de personas, de intelectuales, de gente de bien, que han puesto por delante el entu- siasmo y el tesón para lograr que se disper- se su trabajo por toda la geografía española. Reciban mi abrazo más sincero el bueno de Paulino, el inteligente Aurelio, el músico y escritor Gabriel, y todos los demás compo- nentes de esta hermosa aventura.

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