GACETA DE LA SOLANA NÚMERO 298

Gaceta de La Solana 4 Opinión El carnaval de La Solana tiene categoría contrastada para ser de interés turístico E l paso que ha dado el Ayunta- miento para solicitar la declara- ción del carnaval solanero como Fiesta de Interés Turístico Regional tiene el suficiente aval histórico para ello. Y lo tiene porque, aparte de la do- cumentación que deja claro que desde hace siglos ya se celebraba, la demostra- ción de la continuidad del carnaval en los años de la prohibición está viva en muchos de los que lo vivimos, en parte, aquellos años. En el informe que elaboré sobre la historia del carnaval solanero, solicita- do por el Ayuntamiento, señalo que hay tres etapas. La primera viene de siglos y llegó hasta 1936. Era un carnaval no organizado, pero enormemente partici- pativo. La segunda etapa arranca en los años posteriores a 1939 y duró cuarenta años, es decir, hasta 1979. Era un car- naval oficialmente prohibido pero muy celebrado, y al igual que en la primera etapa, sin ningún tipo de programación y con una tradición de murgas, másca- ras y locales de baile que llevó incluso a organizar sesiones matinales, además de las de tarde y noche. La tercera etapa arranca en 1980, y es cuando ya se empieza a contar con esa programación en concursos, pri- mero de murgas, luego de máscaras, desfile de carrozas... Una eclosión que llegó a muchas localidades y también a estos lares, pero que no arrinconó la enorme tradición solanera que supone la continuidad de las murgas, que po- cas poblaciones como La Solana siguen manteniendo. Otra peculiaridad del carnaval so- lanero, que se ha logrado recuperar, es la del Entierro de La Colasa, que nada tiene que ver con la generalización que hubo en tantos sitios del entierro de La Sardina. Y que aún habrá que recuperar por completo, porque La Colasa era una muñeca que se llevaba a enterrar y que no se quemaba como La Sardina. Pero demos tiempo al tiempo. Además de las murgas y de La Cola- sa, la historia del carnaval solanero está llena de máscaras con antifaces, carna- valeros con infinidad de parodias que todos recordamos y que aún seguimos viendo en nuestras calles, así como dis- fraces en mayores y pequeños adapta- dos a los tiempos. No vamos a detallar ahora los nume- rosos datos históricos de nuestro car- naval, porque no contamos con espacio y tiempo habrá de ofrecer un estudio detallado sobre la evolución histórica del mismo. Pero sí vamos a recordar que hay mucha documentación sobre las celebraciones hasta el conflicto que supuso la guerra de 1936-39. Tras el pa- réntesis bélico, en los años siguientes, la prohibición de su celebración fue total. Así lo dejan claro los bandos munici- pales, cumpliendo las órdenes del Go- bernador de Ciudad Real de turno y las multas impuestas por no obedecer esa prohibición, como también queda re- flejado en los documentos del Archivo Municipal. Fueron unos años en los que, pese a la restricción oficial, sobre todo lunes y martes de carnaval salían a la calle más- caras y murgas, además de celebrarse los tradicionales bailes y el miércoles de Ceniza el citado Entierro de La Colasa, que sí era una actividad, no solo pro- hibida, sino perseguida y fuertemente multada, incluso con penas de calabozo. Pero la constancia de su celebración en los años cincuenta y sesenta está re- flejada en los comentarios aparecidos en la prensa local, concretamente en el periódico Manantial, editado por la Acción Católica. En sus páginas se ha- cían fuertes críticas a las autoridades por permitir que murgas y máscaras sa- lieran a las calles en una actividad que estaba prohibida, pero aquí “permitida” a pesar de no serlo oficialmente. Ello demuestra, con datos impresos, que el carnaval no llegó a desaparecer, sino que se mantuvo. Durante los primeros años setenta del siglo XX, en tiempos algo más per- misivos, el carnaval seguía celebrán- dose, aunque curiosamente con me- nos proliferación en las tradicionales murgas y máscaras. En 1977 apareció la murga La Cañá de las borregas, que revolucionó la tradición murguista con sus letras de crítica social y su anima- da música. Además, hizo que antiguos componentes de otras murgas volvieran a salir a la calle y nacieran nuevas agru- paciones. Con la llegada de los ayuntamien- tos democráticos comenzó una nueva etapa, ya en lo que se puede considerar como ‘carnaval programado’. En 1980 se organiza el primer concurso de mur- gas. A partir de ahí, nuestro carnaval ha seguido creciendo y evolucionando con los tiempos, pero siempre desde la base de un arraigo popular que nunca abandonó. La Solana tiene carnaval y carnavaleros suficientes para cualquier reconocimiento oficial. P aulino S ánchez D elgado (C ronista O ficial de la V illa )

RkJQdWJsaXNoZXIy NTEwODM=