GACETA DE LA SOLANA NÚMERO 298

Gaceta de La Solana 16 Estudiar ruso durante la guerra de Ucrania P rimeramente, es necesario un avi- so a navegantes. Circunscribirme al ámbito de lo estrictamente humano, tal como se entiende, es casi imposible al considerar el tema sobre el que escribo y, sobre todo, la distancia con la que escribo. Por esa razón, haré un par de apuntes que tienen como fin llenar lagunas informativas que es posi- ble que existan. Esta historia comienza con el libro Picnic extraterrestre, de los hermanos Strugatsky, que me removió por den- tro. Así fue como resolví estudiar ruso en la universidad y traducir aquello que se pudiera recuperar de estos. Entré en la Facultad de Traducción e Interpreta- ción de Granada. Ese plan a futuro se vio dilapidado el 24 de febrero de 2022, cuando empecé a pensar que es más plausible trabajar como intérprete de refugiados que de traductor literario. Ese jueves me levanté con la noticia. Me enteré gracias a una chica que había conocido hacía pocos días. Pensaba que me iba a decir cualquier otra cosa, no que me fuese a mandar un enlace al dis- curso íntegro que dio Putin, junto con la recomendación de informarme a través de periódicos no solo españoles, sino también rusos. Consejo que he tomado, y que ha tenido consecuencias negati- vas para mi salud mental. La catástrofe que llevaba dándose desde hacía tiempo en Donetsk y Lugansk había escalado y Ucrania estaba siendo bombardeada. En determinados círculos por los que me muevo, esto se sintió como si Putin se hubiera vuelto loco y se estuviera dis- parando a sí mismo al responder a las provocaciones estadounidenses, que llevaban tiempo anunciando la escalada bélica. Sin embargo, los yanquis lleva- ban razón, pero la cobertura mediática de lo que pasaba en Rusia pasó casi des- apercibida. La multiplicación de lo que el Kremlin llama ‘agentes extranjeros’ se estaba dando en todos los ámbitos de la vida rusa. Un ejemplo más específico es la prohibición de las huelgas y las ma- nifestaciones públicas en Novosibirsk, posible gracias a una resolución del 9 de febrero para esa región. Volvamos a la facultad. La tarde en que se declaró la guerra tenía cultura rusa. La segunda clase, o más bien la primera. Siempre hay una consagrada a la presentación de la asignatura y el método de evaluación. Recuerdo que Simón, nuestro profesor, no llegaba. Veinte minutos después ahí estaba, so- focado, con la cara como un tomate, y secándose el sudor y las lágrimas con un pañuelo. Nos pidió disculpas por la tardanza. Había ido a abrazar a una compañera de departamento, que era de Ucrania y tenía familia allí. Con la voz quiebra hizo un alegato por la paz y dijo que aquello que estaba sucediendo era una locura. Durante esa clase también noté que una compañera, Alicia, estaba como au- sente. A veces escribía muy rápido en el ordenador. Se habían llevado a su primo a la guerra y parte de su familia seguía viviendo allí. Justo después de la clase, al salir de la facultad, nos encontramos. Le dije un qué con los ojos llorosos. Aún estábamos asimilando el shock. Esa tar- de cambié mis planes. Pensaba ir a una conferencia en la que participaba un es- critor ruso, Evgueni Vodolazkin. Acabé acompañando a mi compañera a donar sangre a la Facultad de Ciencias. Luego me acerqué a la firma de libros para que mi madre tuviese una novela histórica firmada por autor y traductor. Este úl- timo, Rafael Guzmán, fue profesor de francés en el IES Modesto Navarro. Tal vez alguien lo recuerde. Al día siguiente, el miércoles, tenía- mos clase de ruso. Claro, la cosa es que nosotros debíamos dar los contenidos programados para aquellas clases como si no hubiera pasado nada. Pero había un elefante en la habitación. En la voz de la profesora Irina Votyakova había tristeza, cansancio. Al salir esperé a Vi- taliy para subir a Plaza Nueva. Había una concentración contra la guerra. Se escucharon proclamas contra Putin y la OTAN. Conforme fue pasando el tiem- po allí, se dio voz a la gente ucraniana que estaba allí. Ellos sí querían que la OTAN se metiese en la guerra. Estaban siendo agredidos y sentían que no había una respuesta firme de la comunidad internacional. Querían armas, comida, ropa, medicamentos, pañales, todo lo que fuera posible. Volvimos chorreando a casa. Llovía. Otra persona que tomó la iniciativa con este asunto fue Joëlle Guatelli-Te- deschi, la profesora de cultura francesa. Una tarde de aquellas trajo a clase unos breves apuntes sobre el poeta Tarás She- vchenko. Nos explicó que nació como Ha pasado un año de esta concentración en La Solana contra la invasión rusa. Ha sido Noticia

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