GACETA DE LA SOLANA NÚMERO 287 - MARZO-ABRIL 2021

Gaceta de La Solana 27 Reportaje Un suvenir turístico Pedro Alhambra ha vivido épocas en las que sacaba toda la producción con solo 6 o 7 clientes, llenando todas las semanas un co- che de botas que repartía por toda España. En el ochenta por ciento de las casas había una o varias botas que se usaban a diario, para el trabajo en el campo, en las cacerías, en la obra o incluso en casa, y esto se ha ido perdiendo. Las botas han estado directa- mente ligadas al consumo de vino, y este ha ido cayendo, obligando a cambiar su con- cepción y utilidad. Ha pasado de ser un reci- piente de uso diario a un suvenir turístico, de recuerdo o para ocasiones especiales. LA PEZ La pez es uno de los elementos que distin- guen a una auténtica bota solanera. Está hecha de resina de pino cocida a altas tem- peraturas, que le da ese característico color oscuro y una textura similar al alquitrán. Se usa para impermeabilizar el interior y anti- guamente los ‘pellejos de vino’. Antes, la pez no era tan oscura, sino más ‘rubia’, un poco más oscura que la resina. rraría la pez y se dañaría el interior; además, el botero se quemaría. Una vez que se ‘empega’ se le pone la boquilla, se ata y se vuelve a mojar. El proceso ter- mina añadiéndole el collarín, el cordón y engrasándola. “Si va en piel natural la untamos con manteca para impermea- bilizarla por fuera, o la tintamos si se le quiere dar algún color (generalmen- te negro)”. Su capacidad oscila entre el cuarto de litro hasta los 15, aunque los tamaños más comunes son las de uno, uno y medio y 2 litros. Una bota se tarda en fabricar entre 40 y 45 minutos, pero la naturaleza de los procesos hace imposible fabricar una en el mismo día. Esto hace que en las bote- rías se trabaje en cadena. La durabilidad de la bota está ligada a su uso. “Cuanto más se use, más dura; la bota se rompe cuando se deja de usar”. “Engrasándo- la y haciéndole mantenimientos puede llegar a durar 15 o 20 años”. “El mismo sudor de las manos puede ser suficiente para que se engrasen solas”. La bota es principalmente para vino y le otorga un sabor característico. No se recomienda usarlas para otros líquidos. La pez se descompone más rápido con bebidas gaseosas o licores, por ejemplo. Para estos usos existen las botas de lá- tex. También hay una fábrica en Alba- cete que hace este tipo de recipiente con piel sintética. Pedro Alhambra fabrica ambos tipos, aunque la inmensa mayo- ría son las tradicionales. Sus clientes así lo prefieren. El mercado de la bota ha funcionado en los últimos 20 años gracias a los bares de carretera y al turismo en ciudades, diezmados por la pandemia. Sin em- bargo, el mercado ha experimentado un pequeño repunte gracias a las ferre- terías, las bodeguillas, los despachos de vino y, cómo no, la venta a través de in- ternet. “Estamos condicionados por el turismo, porque la bota se utiliza cada vez menos”, nos dice Pedro. “Todavía quedan algunos que la usan como anti- guamente y que vienen de vez en cuan- do para que se la arregle, pero son los menos”. “Otros echan mano de la bota cuando ya está acartonada y prefieren comprar una nueva”. No faltan los que la quieren como adorno. Entonces, lo que tienen en casa es un trozo de histo- ria de La Solana. Pedro Alhambra cosiendo una bota.

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