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Gaceta de La Solana 22 Entrevista A urelio M aroto P ronto cumplirá sus bodas de pla- ta como enfermero de familia en La Solana, salvo un paréntesis en Alcázar. Media vida ligada a una pro- fesión, a una vocación y a un pueblo. Alfonso Muñoz Menor (Manzanares, 1970) es toda una institución en nues- tro Centro de Salud y aún se recupera de un episodio límite a nivel personal. Las garras del coronavirus le llevaron a la UCI. Eran los días más negros de la pandemia, con el agravante de una diabetes crónica y un exceso de peso que no ayudaban en su pronóstico. Por fortuna, y por el impagable trabajo de sus colegas de profesión, superó el trance, quizás haciendo un quiebro torero a la muerte. GACETA ha hablado con él, dispuesto como siempre a atendernos. Su testi- monio tiene un valor incalculable para quien lo quiera recoger. Ha vencido al virus en sus propias garras y no todos pueden decir lo mismo, por desgracia. Una lección de vida que merece la pena conocer. Alfonso, ¿sientes que has vuelto a nacer? No tengo esa percepción y la razón es sencilla: en la parte más grave del pro- ceso no era consciente de nada. Sin em- bargo, tras ver la evolución, sé que he salido de un pozo del que muchos no han salido. ¿Cómo empezó todo? El 11 de marzo, tras una guardia, tuve una sensación de malestar general ex- traña que cedió en breve, pero a los dos días apareció fiebre y de nuevo males- tar, aunque me doy cuenta de que puede ser grave cuando comienzo a respirar mal, a los cinco o seis días. Fue de forma súbita, en dos o tres horas. ¿Y qué hiciste? Llamé al 112 y comenté mi situación -ya sabía que era positivo por la PCR- no tenía fuerzas ni para conducir. La ambulancia tardó más de la cuenta y llegue saturando al 83 por ciento de oxígeno, un nivel muy bajo se mire como se mire. En segui- da reconocí la mirada de preocupación de la compañera que me atendía. No hay que ser profesional para detec- tar esa expresión en los demás cuando sufren por quien tienen de- lante. La verdad es que llegué mal. ¿Cómo viviste esos momentos? No tengo de- masiada con- ciencia de mi ingreso hasta varios días después de que me deste- taran del respirador en la UCI de Pa- rapléjicos en Toledo. De los primeros días en Manzanares sí recuerdo que no comí nada en unos diez días, solo agua, que toleraba bien, y alguna conversa- ción con alguna compañera y amiga en la planta de trauma. Como curiosidad, pedí cerezas y no tenían. Al día siguien- te una compañera me trajo de su casa, un gesto que agradeceré siempre. Me quedo con la calidad humana de los profesionales. ¿Cómo reaccionas cuando te hablan de la UCI? De eso no recuerdo nada; muchas co- sas reales seguramente eran para mí fan- tasías que tuve entre sueños. Sí tengo un recuerdo vago de cuando me quitaron la ropa para asearme, de mi compañera Pepi, del momento previo a la intuba- ción y cuando me subieron al helicóp- tero para llevarme a Toledo porque me despertó el motor por un momento. Nada más. ¿Y la estancia en Parapléjicos? ¿Cómo fue tu día a día? Hasta dos o tres días antes de subir a planta tampoco recuerdo mucho. Sí me dijeron que soy mal paciente porque se- dado me quité muchas de las cosas que me habían puesto y desde aquí pido dis- culpas. Estás obnubilado y no valoras el perjuicio que conlleva esa actitud. Tu- vieron que atarme los brazos, así que no fui consciente de la gravedad de mi pro- ceso, ni temí por mi vida, ni recuerdo el tubo en la garganta... Me considero muy afortunado en este sentido. Entonces, tenías poca información de lo que sucedía fuera… Una vez consciente, los profesionales hacían llamadas a mis familiares con sus propios teléfonos y pude verlos an- tes de subir a planta por videollamada. El papel que jugaron mis cuidadores, física y psicológicamente, tiene un va- lor imposible de medir. Fue ahí cuan- do tomé conciencia de la gravedad del ‘Se han ido muchos; no podemos permitirnos un rebrote’ Alfonso Muñoz, enfermero del Centro de Salud, sobrevivió al coronavirus tras una larga temporada en la UCI. Vio la muerte de cerca.

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