GACETA DE LA SOLANA Nº280

Gaceta de La Solana 34 Reportaje Manuela es como una niña pequeña, deseando jugar con las muñecas que le da su nieta, aunque ella no la reconoce, ni sabe qué hace en esa casa… HISTORIA DE UN RECUERDO DORMIDO B elén L ópez A sí empezó todo. Y así fue como se fue apagando poco a poco. Los hijos y nietos de Manuela se fueron dando cuenta. Cuando una persona mayor se empieza a compor- tar como un niño de tres años sabes que algo va mal y es el momento de empezar a actuar. Médicos cada sema- na, neurólogos cada mes, diferentes diagnósticos: depresión, trastorno de somatización, y por último, el mazazo: “Tu madre tiene Alzheimer y está en la fase de tercer grado; en algunos mo- mentos puede tener comportamientos agresivos, ya sabes”. Se te cae el mundo encima. Las hijas de Manuela no daban crédito. “¿Cómo que Alzheimer? ¿Y ahora qué hacemos?” La incertidum- bre constante de no saber cómo actuar les recorría el cuerpo. Un señor alemán con un nombre feo –y muy difícil de pronunciar- decidió adentrarse en esta familia y nadie supo cómo entró. Sólo saben que es un tanto raro y que responde al nombre de ‘Al- zheimer’. Lo conocían de oídas y nunca lo habían visto. Hasta que decidió ve- nir a casa para acompañar a Manuela el resto de su vida ¡Y no sólo a Manue- la! Este señor alemán, siempre que vie- ne, quiere que esté con él toda la fami- lia. No les afecta activamente, pero sí de forma pasiva. Y hay días en los que no sabes cómo tratarlo, porque es una montaña rusa y nadie quiere montarse en ella. Como el primer día de cole… Cuando Manuela ingresó en el geriá- trico de La Solana, parecía que se dis- ponía a ir a su primer día de colegio, como un niño entrando por la puer- ta de párvulos. En ese instante, Kika, una de sus hijas, recordó cuando lle- vó por primera vez a su pequeña a la guardería; ella sabía que era un paso difícil, pero necesario. El cole de ma- yores -como decía la hija pequeña de Kika- se encargaría de su abuela todos los días. Así comenzó la nueva vida de Manue- la, en la que sería su nueva casa. Una casa grande, especial, en la que hay di- ferentes actividades para su mejor ren- dimiento y también para que se entre- tenga. Pero Manuela se limita a mirar o a quejarse de sus dolores. Y a veces, cuando sus neuronas deciden hacer un chasquido como si de un cortocircui- to se tratara y se enciende la bombilla, recuerda el nombre de sus nietos o de sus hijos. Pero son unos segundos y la bombilla vuelve a apagarse. Un día sí y otro también. En el otro extremo del pueblo vive Carmen. Carmen vive en una casa muy grande de techos altos pero a la vez Residencia geriátrica ‘Rosa del Azafrán’

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